miércoles, 6 de mayo de 2009

lunes, 4 de mayo de 2009

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“Deconstructivismo: ¡compro!”

El Deconstructivismo es una de las tendencias arquitectónicas con mayor vigencia hoy en día. Nos vemos cautivados por una arquitectura que rompe con todo tipo de cánones y formalismos. Surgen “fanáticos” y hasta buenos imitadores de un “estilo”, sin realmente saber si es su ideología o lo que nos venden lo que nos deslumbra.

Antecedentes.

El Deconstructivismo surge a mediados de 1980. Ya en 1952, Walter Gropius en su famoso discurso de Chicago intuía que “(…) estamos en el umbral de un nuevo esfuerzo de creación". Señalaba que la unidad de ambiente y cultura se había perdido y se tenía en cambio, un ambiente "(...) caótico, feo, desolador, del cual deriva un fuerte acento en "la lucha capital-trabajo y malas relaciones sociales”
[1]
Ese esfuerzo de creación al que Gropius se refiere no es otra cosa que la respuesta a un fuerte impulso económico dentro del cual se van a posibilitar las grandes inversiones en arquitectura, con un enfoque que quiebra al Movimiento Moderno.
La “caída” del Movimiento Moderno (movimiento impulsado por ideologías de progreso y filosofías unificantes de la historia) significa el quiebre de la visión progresista y de la historia.
Más aún, en 1996 con la muestra en el Centro Pompidou en Paris titulada “Lo informe” organizada por Yves-Alain Bois y Roselind Krauss, (en la cual participaron muchos arquitectos considerados dentro del movimiento Deconstructivista), tenía como referente ideológico a Georges Bataille, por lo que éste desinterés y rechazo por la historia y el progreso se hace visible. Bataille, filósofo y escritor obsesionado con la arquitectura como metáfora y modelo de un orden que debía demolerse, cree que no hay progreso posible, ni redención de ninguna clase, hace una negación absoluta de cualquier ilusión. Siguiendo con este pensamiento, “Lo informe” pretende una lectura del arte contemporáneo alejada de la interpretación formalista canónica. Hace una lectura en clave batailleana, con metáforas, negando cualquier categoría clasificatoria, prescindiendo de los criterios de clasificación basados en la forma, cronología, distribución geográfica de los fenómenos o tendencias.
[2]
En efecto, volviendo al plano económico, si tenemos presentes las curvas de Kondratieff
[3] caracterizadas como “economía-mundo-capitalista” se puede advertir un fuerte crecimiento económico alrededor de los años cincuenta y principios de los sesenta, un nuevo periodo de crisis y luego una fase de crecimiento a fines de los ochenta y principios de los noventa.[4]
Estos dos momentos de gran desarrollo económico coinciden sorprendentemente o no, con el surgimiento y expansión de las dos corrientes que le siguen al Modernismo. La primera es el Postmodernismo, que surge precisamente a fines de los años cincuenta y sobre todo en los primeros años de la década de 1960. Luego el deconstructivismo, que se empieza a desarrollar a mediados de los años 80 para consolidarse y empezar su divulgación al final de la misma década.

Arquitectura globalizada.

Desde luego, ambas corrientes han surgido inicialmente en los países de alto desarrollo industrial y económico y han influenciado hasta la imitación al resto del mundo. Sin embargo, la arquitectura no puede verse de igual manera para los llamados países “1er. Mundo” y los del “3er. Mundo”, ya que existen grandes diferencias de tipo económico, técnico, social, cultural y de mercado. Por lo tanto, el mismo factor que hace surgir esta tendencia deconstructivista (la economía) y propicia su influencia al resto del mundo (globalización) es el mismo que impide su real desarrollo.
Son muchos los problemas que aquejan a la arquitectura en un mundo globalizado, donde la economía y la política están por encima de las estructuras sociales y culturales.
Es entonces en este contexto de “arquitectura globalizada” que nace el Deconstructivismo, y es este carácter de la economía de consumo que torna a las nuevas tendencias en un producto más dentro del mercado.
En la exposición de 1988, Deconstructivist Architecture, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, es donde se dio el nombre de deconstructivismo a la nueva tendencia.
En el Deconstructivismo se concentran las fluctuaciones de la arquitectura High-Tec y sus tecnicismos exagerados. Los recursos formales que se observan son la súper imposición en diagonal de formas rectangulares o trapezoidales, imágenes retorcidas y fragmentadas, como lo hace la arquitecta irakí Zaha Hadid quién ve que la fragmentación de la forma implica que las reglas de composición tradicionales ya no son válidas, por ello no era necesario romperlas, solo torcerlas un poco e incorporarles cierta fluidez que proporcione movimiento a los espacios propuestos. Bois y Krauss explican: “lo que está en juego es la conservación de la singularidad de los objetos al desgajarlos de sus modos convencionales de legitimación”
[5].
Se crea una corriente sin reglas, sin significados, donde la forma se adquiere por la forma misma, “la cuestión no es qué debe significar, sino si debe significar algo…es una arquitectura que ya no tiene canon, sino tan sólo, como punto de partida, su propia y singular posibilidad de ser: su adquisición de forma”
[6].

¡Compro!

El Deconstructivismo (así también como el mercado) busca la originalidad, lo nuevo, el cambio, el impacto, es un juego en el que parece que “todo vale”, “todo puede mezclarse con todo, para de esa manera reconciliar la simulación con lo auténtico y hacer valer lo apócrifo y darle autoridad”
[7].
Las obras del Deconstructivismo son inicialmente muy llamativas y seducen casi instantáneamente, sobre todo, a los estudiantes. Son también costosas, poco recomendables económicamente (al menos al inicio) y difíciles de captar en una primera apreciación de su técnica compositiva.
Pero para el mundo capitalista la provocación inicial, lo caótico y caro al principio, son su virtud porque ello, por la morbosidad de lo novedoso, les permitirá ser sometidos al proceso de absorción cultural para convertirlos en un producto del mercado.
Peter Eisenman, uno de los primeros arquitectos reconocido como deconstructivista, asevera “Jamás ha existido un periodo en el cual haya habido menos contenido crítico en las obras construidas; la mayor parte del trabajo crítico queda en el papel, ya que la ideología no es algo por lo que el cliente quiere pagar”.
Se paga por un nombre, no por un arquitecto, como lo señala Portoghesi
[8] se mitifica al arquitecto al estilo celebridades de Hollywood, donde se busca el “éxito conocido”.
Existe una presión tanto de los medios de comunicación como de los capitales que hasta vuelve en su contra la popularidad de estos arquitectos. Por ejemplo, como le pasó Ghery, para el proyecto del Grant Park de Chicago. Los comitentes rechazaron su primera idea (unas simples curvas metálicas en homenaje a Mies van den Rohe). “Querían un verdadero Ghery, sea lo que sea eso” dijo el arquitecto.
[9]
En realidad los capitales buscan siempre lo mismo, así es el mercado de masas y popular, es esta supuesta originalidad que se vende, que nos venden y que en realidad se convierte en un producto de consumo muy conocido y muy lejos de ser una obra única de arquitectura y de arte.
Así se genera una suerte de arquitectura de marca; el arquitecto se franquicia a si mismo, hace sus proyectos sobre diseños exitosos anteriores, como si proyectar fuese lo mismo que la producción en serie de una prenda de vestir.
Otro ejemplo, Daniel Libeskind se ganó la fama al diseñar el Museo Judío de Berlín. Una serpentina geométrica de ventanas como cortes dentados, dejando que sus ángulos irregulares y cuartos de extraños espacios sean una alusión a las dislocaciones de la historia Judía. Pero cuando, Libeskind ganó la comisión para realizar la extensión del Museo de Arte de Denver, ¿qué produjo? Otro edificio zigzagueante y de ventanas como tajos como el que lo hizo famoso en Berlín. El mismo edificio, para un contexto cultural e histórico demasiado diferente. Esta es la búsqueda de los capitales del “éxito asegurado”, nos lo venden y lo compramos.
Las consecuencias no sólo son la degradación y el desprestigio de la profesión, sino la existencia de una arquitectura ajena a la sociedad y a los individuos, lejos de su tiempo y espacio.
Hay una ruptura con el pasado, una ruptura con las sociedades, culturas, y tradiciones. El Deconstructivismo se basa en una cultura de mercado, consumo y economía, es un rompimiento con todo lo que es posible romper, con el fin de que la novedad genere dinero. Esta novedad y el poder de estos edificios reside en gran medida en su contraste con el entorno, en el impacto visual, más que en temas formales de arquitectura.
Se ve así, el Deconstructivismo, reducido a un producto, pierde su contenido crítico de oposición y provocación y se vuelve en objeto de adorno.
Vivimos en un mundo dominado por la información y el capital, que no reconoce fronteras ni tiene en cuenta los problemas humanos, un mundo “mercado” en el que la arquitectura es lo de menos, lo importante es el movimiento de capitales, lo importante es que compres lo que venden. Un mundo que te dice descaradamente, no pienses, ¡comprá!

M.V.

[1] BENEVOLO, LEONA; Historia de la Arquitectura Moderna
[2] RAMIREZ, JUAN ANTONIO, “Apoteosis del Salivazo: el arte y lo informe”; Arquitectura Viva 50; 1996,
[3] Teoría de las ondas largas la cual brinda una explicación de los procesos de crecimiento y depresión de largo plazo en la historia del capitalismo.
[4] MANDEL, E.; Las ondas largas del desarrollo capitalista
[5] ARQUITECTURA VIVA 50, 1996.
[6] EISENMAN, PETER; Formar lo poscrítica: Arquitectura, función y significado; Arquitectura Viva 50, 1996.
[7] Como declara el arquitecto estadounidense Michael Sorkin, en los “mantras del milenio”. 1988
[8] PORTOGHESI, PAOLO; Después de la arquitectura moderna
[9] http://www.uchicago.edu/docs/mp-site/construction/reshalls/trib012702.html

domingo, 3 de mayo de 2009